(...) En la puesta escena aparecían las gallinas (unas reales, otras de atrezo), pero no el camello. Sin embargo, Campos tuvo un camello, uno de los que “actuaron” en Lawrence de Arabia, rodada cerca de su cortijillo, en Almería. Lo paseó, pero los camellos no entienden de escaleras, y en los teatros hay muchas. El medio era rural, aunque no se trataba de una comedia ni mucho menos de un drama rural. Campos se valía aquí de sus habilidades, algunas de las cuales todavía hoy día conserva y ha aumentado: su excelente oficio de dramaturgo, la cantidad de cosas que tiene que decir, su gran oficio como decorador y escenógrafo… y su experiencia como avicultor. Esta última cualidad creo que no la ha desarrollado desde entonces. Pero es mucho mejor director de escena.
Reproducimos no sólo la portada, sino también la magnífica maqueta de la escenografía; que, según cuenta Campos, convenció a muchos del ministerio (información y turismo, ojo: el de propaganda) de que aquello era una cosa seria. (Santiago Martín Bermúdez, Scherzo, 8-2-2011).
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Ya estábamos en pleno campo, con todo el fondo tapado por unas jaulas llenas de gallinas. No eran las siete mil del anuncio. Pero sí varias docenas de ellas. Los personajes -un marido y una mujer- iniciaron el diálogo como si antes no hubiera pasado nada.
- ¡Vaya plancha!... Resulta que era de verdad el estreno. Pero ¿me quieres decir a qué venía la música y la ascensión del director de orquesta a las alturas? No entiendo nada.
- ¿Tú que vas a entender...? A ti, sacándote de esas comedias de salón en un hotelito lujoso de los alrededores de Madrid, con una puerta al jardín...
(...) La verdad era que, cuanto más nos fijábamos, más perplejos nos íbamos quedando.
(Josefina Carabias, Ya, 25-4-1976).
Cuando el público entra, la escena está abierta e iluminada sólo por la luz de la sala. Sobre las escalinatas de mármol hay sillas Luis XVI (marfil y terciopelo rojo), dispuestas en orden de concierto. Una cortina de visillo junto a los rompimientos laterales forman la caja blanca, y corona la escena una cortina de terciopelo rojo recogida a la veneciana. (Jesús Campos, 7000 gallinas y un camello).
El autor se pregunta en el programa de mano que "cómo coño se grita aquí", y yo creo que su forma de gritar en esta obra, porque en otras ha gritado muy bien, no es la más efectiva. El público aplaudió con admiración la imagen escenográfica, su espesor anticonvencional, las gallinas. Es una granja industrial, con las gallinas en sus cubículos, un pozo con agua, un arroyo, los huevos, los excrementos de las gallinas, todo "de verdad". Pero es que el "de verdad", el realismo figurativo, lo que llamaríamos la verdad oficial de la realidad, no tiene que ver con la verdad, quiero decir con esa verdad que siempre hay que buscar más allá de la realidad real" (Carlos Luis Alvarez, Blanco y Negro, 1-5-1976).
